De una estampa propia de los frescos de la Capilla Sixtina, estas manos se tocan, como el que se arranca por palmas, para echar un cante.
Un anillo, colocado en el dedo pulgar siguiendo modas, acompaña a la expresividad de la acción. Y una señal apunta a México, aún cuando, el Atlántico lo separa de esta pintura, de dimensiones considerables, que adorna una pared de hormigón prefabricado.