Déjate de lamentos, que ahora tienes una columna para decir todo lo que quieras.
Cuatro líneas para hacerte notar, o dar la nota, sin pasar por la tele y arrastrarte por los programas basura. Sin necesitad de abrir la ventana y soltar más de un juramento, de salir a la calle gritando como alma que lleva el diablo. Sin la sacrificada tarea de escribir un libro que nadie leerá. Sin ser bueno en nada, y aprendiz de todo.
Cuatro líneas, para salir del armario, o de debajo de la cama. Para declarar tu amor. Para llamar a las cosas por su nombre. Para desnudar tu alma y vestir la realidad con el traje de utopía de los domingos. Para pedir por esa boquita. Para dar placer y más de un disgusto. Para ordenar tus pensamientos y remover las conciencias. Un ratito de gloria.
Un ratito de gloria, como el que atraca un banco, se evade de una prisión, pisa la Luna, acierta un pleno en las quinielas, o echa el polvo de su vida.
Tan excitante como un termo de café, tan apasionante como los logaritmos, tan emocionante como llegar a fin de mes, tan enloquecedor como un amante, tan conmovedor como un mentiroso, tan patético como una boda real. ¿Has pensado ya lo que vas a decir?.
No te emborraches de pasiones, ni te envenenes de rencores. No te adornes con fantasías, ni lo ensucies de sinceridad. No más largo que una condena, ni tan breve como la felicidad.
Eso sí, no esperes más que una efímera gloria. Que nadie va a comprar tu exclusiva, ni se publicarán tus memorias. Que sólo lo leeremos unos pocos, y lo guardaremos como se guarda un secreto.
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